"El que no está dispuesto a perderlo todo, no está preparado para ganar nada".” Facundo Cabral

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MONUMENTO DEL AZADÓN análisis semántico


Tibasosa está ubicado en el departamento de Boyacá, al nororiente de Bogotá, por la carretera central del norte, a 180 kilómetros por vía pavimentada y segura, en un paseo de tres horas que divierte el alma y se queda en los ojos. Tiene una temperatura promedio de 16°C , está a una altura de 2.538 metros sobre el nivel del mar y actualmente tiene 11.300 habitantes.

Tibasosa es historia y patrimonio de la vida. El Parque Principal, el Cerro de Bolívar, Museo de Arte Religioso, La Hacienda Suescún, sus calles sin tiempo, los paseos ecológicos, el trabajo campesino en la tierra y la artesanía. Su gente, sus costumbres, su cultura, los sitios auténticos de pueblo y su tradición, dan la certeza de bienestar y desarrollo. Es un espacio para compartir: el parque principal, magia de color, naturaleza y belleza arquitectónica. Sus casas guardan la historia, la tradición, el estilo colonial y la armonía. Sus calles y rincones donde parece que el tiempo se hubiera detenido.


Su centro y referente de encuentro es el Parque Principal, donde por más de cien años estuvo plantado en su eje un frondoso árbol de eucalipto, hasta que al mediodía del 14 de enero de 2004 se cayó sin previo aviso. La noticia convocó de inmediato a sus habitantes, quienes acudieron a comprobar lo sucedido, a lamentar la pérdida y a llevarse una ramita, un pedazo de tronco o cualquier parte del ícono -como “recuerdo”- decían.

Asimismo, en medio de la confusión y el asombro, empezaron a surgir todas las historias, imaginarios y leyendas que durante tanto tiempo se vivieron alrededor de este árbol. Se habló de su vejez, de algo así como 200 años de vida, pero la realidad muestra que fue plantado en 1898, cuando lo donó el dueño de la Hacienda Suescún. Entonces, los habitantes se repartieron su cuerpo y su tronco principal se enclavó junto al sitio donde por muchos años estuvo el eucalipto. Nada consultado, sin ninguna justificación, simplemente como una decisión “administrativa”.

DESCRIPCIÓN
Sobre este pedazo de tronco un día apareció algo que llaman “monumento al azadón”. Está compuesto de dos cuerpos: el tronco y una representación del azadón, herramienta muy usada en las labores agrícolas y que es de uso común en todos los hogares del municipio, tanto en sectores urbanos como rurales.
Tiene 5 metros de altura y en promedio 2,5 metros de diámetro. Tanto el cabo como el azadón están elaborados en acero, pero no conserva ni los materiales ni las proporciones típicas, pues el cabo siempre ha sido en madera y el azadón no es tan grande en relación con el cabo -como se observa en la fotografía-.
El azadón descansa sobre el tronco y está ubicado de frente al edificio de la administración municipal y a su lado derecho está la iglesia. El tronco tiene muchos escritos en pirograbado, que dan cuenta, entre otros aspectos, del parque principal, del eucalipto, los alcaldes que estuvieron en vida del árbol. Apuntes en desorden, hechos de afán, sin pensarlo mucho, si se permite el término: sin ética ni estética.

CONCEPTO
Al iniciar un concepto y un análisis es necesario aclarar que es muy personal, valido en partes de lo que siento como tibasoseño, lo que la experiencia me ha dado, lo que puedo recoger de eso que llamamos identidad y pertenencia y en otros casos de lo que pude averiguar, lo que dicen sus habitantes y lo que sienten quienes crecieron con el árbol y viven con el “monumento al azadón”, pero todo está puesto en mi interpretación, mi concepto y mi manera de arriesgar un análisis de este material. Con esa aclaración, aquí voy…
La historia. Es una alegoría soñada por una persona, como “homenaje a los campesinos”, quienes no encuentran dónde está ese reconocimiento ni por qué se les vincula con algo que es producto de la casualidad y no de un estudio juicioso frente a aspectos como identidad, espacio, tiempo, lugar, tamaño, material. El caso es que su creador, Cristóbal Fajardo, un tibasoseño que los últimos veinte años apenas ha sido un visitante del municipio, aprovechó dos circunstancias para implantar esta figura en el parque principal. Primero, que su pariente y amigo era el alcalde y no sabía qué hacer con ese tronco y segundo que había confusión en la toma de una decisión y que cualquier idea que se ocurriera sin importar la argumentación, eso iba a ser. Y eso fue.

Lo que más impacta es que lo veo como un intruso en el Parque, no conserva nada que lo relacioné con el parque, que a simple vista es color, naturaleza, cierta estética, belleza. Hay quienes se consuelan diciendo que “feo y lo que se quiera, pero la gente se toma fotografías junto a él”. Claro son lo sitios puestos en la escena donde se privilegian los retratos, ojalá “bonitos”, “raros” o “diferentes”, “únicos” -se podría decir-, pues en esto lo menos que importa es la significación, la historia o -insisto- la identidad. Es un intruso, que inclusive de noche se esconde, pues no tiene ninguna iluminación que en horas nocturnas lo haga visible en relación con los otros contenidos del Parque.

Sus habitantes pasan, lo miran, lo detallan, sonríen, fruncen el ceño o lo hombros, hacen caras de extrañeza, en fin, lo ven pero no lo creen. Eso los adultos que aparte añoran el árbol, pero los niños peguntan y se les echa el relato hasta enero de 2004, pero de ahí en adelante y sobre este monumento aparecen las dudas, esas mentiras que se dicen por salir del paso -en unos casos- o esas frases inventadas buscando las respuestas que ni nosotros mismos las sentimos. Entonces, no tiene imaginarios ni relaciones cercanas con sus habitantes, se acepta porque esta ahí, pero nada más. Es tanto que en diciembre pasado con ocasión del pesebre gigante que tradicionalmente se hace en el Parque, al tronco se le quitó el azadón y no hubo ni una queja, ni un lamento, nadie noto que hacía falta algo. Me atrevo a pensar que si lo dejan así nadie va a requerirlo, o tal vez su creador, vaya uno a saber.
Más que un “monumento”, como se le llama, me parece una caricatura, porque sus dimensiones no conservan las proporciones y no se justifican ni se explican, aparecen como un error de quien hizo el azadón o de quien cortó el cabo. Además por su tamaño es un enano dentro del Parque, que a simple y minuciosa vista es feo, lo cual ridiculiza al árbol y al azadón. Ahora, su situación se pone más grave cuando lo llenan de frases en pirograbado, que no es una técnica que tenga manifestaciones en Tibasosa y que están elaboradas de una manera tan simple -en forma y contenido- que dan la sensación de ser un relleno vacío de juicio, sensaciones y testimonios, porque son tantas que lo que hicieron fue rayarlo, masacrarlo, si se quiere. Son muchos textos, sin ningún contexto. Es una mala caricatura.



ANÁLISIS
Un análisis detallado del “monumento al azadón”, desde su descripción y su concepto, puedo resumirlo en las siguientes frases:
1. Metáfora “arar en tierra árida”. Es lo que produce un primer juicio, pues el azadón está sobre un tronco, tal vez pidiendo tierra fértil donde sembrar. Es irónico, esta herramienta está hecha para labrar sobre la tierra y no para surcar sobre la madera. Ni hay ni se entiende relación alguna entre azadón y tronco. La cosa es simple: colocarlo por colocarlo, llenarlo con algo sin sentido.

2. Metáfora. Hijo natural - Hijo legítimo. No quedó un hijo natural, sacado del mismo árbol para reproducir, un vástago para quedarse de manera natural, como un hijo legítimo. El tronco incluso, es eso de la cultura popular de “llorar los muertos pero no querer enterrarlos”, quedarse con una parte del todo para recordarlo completo, con el agravante de coronarlo con cualquier remiendo para pasar a ser otro elemento, quizá nuevo, pero con la incrustaciones viejas.

3. “Rey muerto, vasallo impuesto”. La sentencia dice que “a Rey muerto, Rey puesto”, pero en este caso fue impuesto y aunque quiera hacerse ver como un Rey no le alcanza para tener tal condición ni la legitimidad de su pueblo ni la veneración de quienes se pasan frente él. Es impuesto y por tanto no puede sentirse como algo propio, avasalló la historia, la identidad y la pertenencia, en eso términos debe asumirse como un impostor que sólo el tiempo podrá conservar, restituir, acabar o dejar en el abandono.

4. Además de muerto, flagelado. Lo del pirograbado acaba de sustentar la escasa argumentación y sentido. Ese tronco lo que está es flagelado, casi no le quedó una parte de su cuerpo sin rasguños de cincel caliente. Es un desorden de ideas y de palabras, un afán por llenar y rellenar, casi como si fuera un antiguo telegrama, -no por lo corto de las frases- sino por el número de palabras o letras escritas, como si les pagarán de acuerdo a su extensión. Esto no informa, no convence, confunde y mucho.

5. Centralidad. Es -como fue el árbol- el centro del Parque y por ende del pueblo, pero es algo muy simple y sin contenido para merecer ese puesto. Entonces su centralidad es también casual, por eso es asediado, por ser punto de referencia, paso obligado, un lugar donde se detiene la vista y por supuesto de cierta manera un foco de atención, pero de igual forma, no juega ni parece entrar en armonía con todo lo que le rodea.

6. Imaginario colectivo. Los diversos contenidos y relatos de pueblo se vienen construyendo y recreando a través del imaginario colectivo, esa parte de la experiencia que cada uno la va aportando a la historia, a las vivencias, a la memoria. Eso era el árbol, pero en el caso del monumento, como no parte de iniciativas comunales ni de prácticas propias, no se configura aún un imaginario colectivo que nos pueda acercar a entenderlo y aceptarlo. Lo mejor es entonces, contar los relatos del árbol y como dice el dicho, “`preguntar por los hijos y empezar a hablar de sus padres y abuelos”. Es lo que refiere Humberto Eco, cuando habla de la tradición como experiencia.

7. Emulación de “El hacha”. Valiendo las enormes distancias y diferencias, -y claro si se me permite la comparación- hay en este monumento algo que lo acerca al de EL HACHA, ubicado en el departamento del Quindío. Quizá su identidad con un implemento muy campesino, que igual tiene una parte metálica y un cabo en madera, no sé, pero si eso se pretende es una copia malísima y de muy mal gusto.

8. Azadón como ícono. El azadón está presente en todos los hogares del municipio, tanto rurales como urbanos y de manera general porque es algo que se hereda de generación en generación, además es muy útil en las labores agrícolas y en el huerto de las viviendas. Ahí aparece como un ícono de trabajo que da pertenencia y guarda relación de extensión del brazo del hombre. En el monumento es algo sin vida, sin identidad, incluso sin uso, pues éste cuando descansa esta con el cabo erguido y cuando trabaja está acoplado perfectamente a la mano del hombre.

9. Árbol como ícono. El árbol se llevó sus relatos. Era un ícono en el pueblo, que representó grandeza, centralidad y cierto dominio de padre en medio de los prados, jardines y flores del Parque. El tronco es una pedazo de muerto que merecería otro lugar o quizá ninguno. Se quedó como ícono en nuestra memoria, de allí no escapa, pues el actual ni lo reemplaza ni lo borra.

10. Prótesis extensiva (U. Eco). En realidad el tronco es una prótesis extensiva, que quiere perpetuar lo que ya no existe, pero no porque alguien lo necesite o lo pida, sino porque se cree que debe suplantarse para llenar un vacío. Es una prótesis innecesaria y elaborada sin medidas, a “la loca tolondra”, por tanto no ajusta, no sirve, tiene poca estabilidad.

11. Naturaleza muerta. El parque -como todos los parques- es una evocación de la naturaleza, por lo tanto de la vida, pero aquí se encuentra naturaleza muerta. Un tronco disecado e implantado, que además de ser amorfo, se consume como intruso.

12. De espaldas al pueblo. Por su ubicación y también por su creación e imposición, está de espaldas al pueblo y sobre todo a quienes le dan mayor uso y supuestamente son quienes sirven de excusa para argumentarlo. Esta justo al frente de la puerta de la iglesia por eso recibe muchas bendiciones rebotadas, pues en realidad son los fieles católicos que se persignan cuando pasan por el templo católico, pero esto sirve, en últimas, para anotar que el Monumento al Azadón no tiene bendición alguna.



CONCLUSIONES
1. Es un intruso, nada tiene que ver ni que hacer en el parque Principal de Tibasosa, al no ser que le encuentren argumentos profundos, válidos y seductores para que se pueda quedar en este sitio.
2. El Parque de Tibasosa si que es una evocación de la naturaleza, entonces qué hace un tronco viejo, podrido y sin vida en el centro del pueblo?.
3. Quizá, como muchas cosas, como tantos símbolos, íconos y monumentos, algún día podrá convertirse o sentirse como nuestro, pues la costumbre -y los sentidos terminan acostumbrándose- podrá aceptarlo poco a poco. Esto será posible también si crece con las nuevas generaciones, quienes le encontrarán otras significaciones y otros elementos para apropiarlo y reconstruir su imagen.
4. Lo feo, lo raro y lo intruso podrá imponerse, aceptarse o por lo menos no rechazarse, si pasa esa prueba tendremos árbol para rato.
5. Como todo fue producto de la improvisación, el pedazo de tronco que lo sostiene muy seguramente no aguantará mucho tiempo y cargará la pena de su pasado: podrirse poco a poco, caer de un momento a otro. Caerá por su propio peso y la falta de preparación para “inmortalizarlo”.

 
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