"El que no está dispuesto a perderlo todo, no está preparado para ganar nada".” Facundo Cabral

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DE GÉNEROS Y FORMATOS RADIALES

Como lo pone de manifiesto López Vigil, mucho se ha escrito y se seguirá escribiendo sobre este asunto de los géneros y los formatos radiales. Algunos los clasifican de una manera, otros buscas especificaciones distintas, otros incluso siguen indagando si es posible hacer un encasillamiento de este aspecto y si es necesario o imprescindible hacerlo. Lo cierto es que la radio, desde sus inicios, buscó una identidad propia y ciertos productos comunicativos que la acercan, complementan o alejan de los demás medios, sistemas, propuestas o provocaciones, lo cual genera diversas propuestas para ponerles nombres, características, estructuras y clasificarlos de acuerdo a la forma de producirlos, a su intención o a los públicos a que se dirigen.


De manera general, a través de múltiples experiencias y tratamientos radiales, lo que hoy se sigue trabajando en lo que podríamos denominar la GRAN CLASIFICACIÓN o GÉNEROS son productos que responden a características dramáticas, periodísticas o musicales, donde caben unos amasijos vertidos en cubetas, formaletas o moldes, que conocemos como FORMATOS. Muchos de éstos conservan identidades muy cercanas o pueden ir saltando de un género a otro, pues simplemente cada uno lo usa según sus necesidades, apuestas o posibilidades.

Más allá de si responden a determinadas características o estructuras, de si puede meterse en una clasificación, las nuevas propuestas radiales deben ante todo ser productos que comuniquen, que establezcan alguna relación con los públicos, que provoquen los sentidos y que guarden cierta estética para que sea un gusto escucharlos. Esa debe ser la preocupación en el momento de pensar y planear un proyecto, pues muchas veces nos afanamos más por la forma que por el contenido, abandonando a las audiencias y sentenciándolos a tener más de lo mismo, lo cual refleja su puesto como simples consumidores, pues desde allí no son concebidos como interlocutores y oyentes activos, de carne y hueso que no sólo prenden y apagan la radio, sino que buscan piezas comunicativas que les digan algo, feo o bonito, pero los toquen.
Ante el gran abanico de posibilidades a la hora de diseñar y planear un producto radial, cada vez nacen más propuestas y en muchas ocasiones creemos que determinado producto no encaja en alguna clasificación. Aquí me parece que el casillero está con la puerta abierta, disponible para llenarlo de cuantas formas se nos ocurran, incluso combinando unas con otras. Lo mismo ocurre con los géneros, pues resulta que un mismo formato puede dar para ser dramático, periodístico o musical, o los tres al mismo tiempo, esa es la riqueza y potencialidad de la radio y la tarea es aprovecharla al máximo con sus propias identidades, elementos y lenguajes para que siga teniendo sentido pero sobre todo imagen.

GÉNERO DRAMÁTICO

Aquí hay un recorrido maravilloso pero también lleno de nostalgia, pues los recuerdos más vivos de la radio están puestos en esas caídas de la tarde, alrededor del radio, junto a la familia “viendo” la radionovela en un silencio absoluto, cómplice, de respeto por el producto y de público activo, atrapado, seducido por las tramas y escenarios de la oferta radiofónica.

Lo que hizo en 1938 Orson Wells con “La guerra de los mundos”, separadamente de la puesta en escena y de su intención, también es una prueba de lo contundente que puede ser un mensaje radial cuando le restamos retórica y le sumamos acciones. Ese es uno de los grandes vacíos que tiene en la actualidad la radio: la escasez del género dramático en cualquiera de sus manifestaciones. Es quizá el que tiene mayores exigencias tanto en la preproducción como en la producción, pero es el más completo en el uso y abuso de los elementos que componen el lenguaje radial y en la posibilidad de llenar la radio de múltiples imágenes y hacer más activos a los públicos.

La radio como la vida está llena de acciones, es movimiento, no se queda en un mismo lugar sino que nos lleva por múltiples escenarios, es decir que siempre está pasando algo, siempre hay algo qué contar. Esa debería ser entonces su apuesta: permitir que la vida del municipio, del barrio, de la vereda, pase por la radio, máxime cuando estamos cargados de vivencias propias que se pierden u olvidan porque nunca se ponen más allá de los espacios cotidianos, familiares o de cierto lugares públicos (tienda, supermercado) donde se cuentan o comparten. Ese creo que es el mayor insumo que podemos tener para los dramas que necesitan nuestras radios. Y es que no se requiere inventarlos, están ahí en las experiencias propias, en la magia de nuestros relatos, en ese “realismo mágico” tan latinoamericano y sobre todo tan colombiano.

Lo anterior vale no solo para producir series o formatos largos, sino para toda pieza radial, desde la simple cuña de treinta segundos, el mensaje, el microprograma o el programa como tal, pues resulta mucho más seductor y fresco un producto lleno de acciones. Mejor si son escenas que resultan cotidianas, propias y mejor si son las voces de nuestros vecinos o conocidos las que están metidas ahí.

La apuesta es bajarle lo retórico, cantaletudo y ladrillado de la radio y ponerle más hechos, más acciones, más realidades. La cosa puede no ser tan sencillo, pues a más de buenos libretistas, se requieren buenos actores y productores, pero quién dijo que todo debe ser fácil, servido en la mesa, porque si es así como concebimos la radio, pues fácil: metamos largos listados de música en el computador, hagamos “play” y pongámonos a dormir. O sigamos haciendo de “equipo de sonido”, con intermedios para dar la hora, leer un aviso y anunciar “más música”. Eso es fácil…


GÉNERO PERIODÍSTICO

Parece ser que este asunto se lo dejamos a los “especialistas”, en tiempos atrás exclusivos en la Amplitud Modulada (A.M.) y últimamente también en el Frecuencia Modulada (F.M.). aquí es necesario hacer ciertas diferenciaciones en materia de propiedad de los medios. Los comerciales -que abarcan la mayor parte de lo informativo/periodístico- pertenecen a grandes empresas, a las élites y por tanto responden a esos intereses, sumados a los del gobierno, los comerciantes y todos aquellos que sostienen la pauta comercial y por tanto imponen sus criterios y sus intereses. Las noticias sólo registran lo que hace el poder. Los ciudadanos son víctimas o testigos y solo se visibilizan a los que se les llama “líderes de opinión, sea en lo local, en lo regional o en lo nacional.

En el caso de las emisoras de interés público responden a los intereses institucionales y a la información que les concierne porque hace parte de su quehacer o misión o porque tienen que ver con sus prácticas o actividades. Las comunitarias hacen de todo: buenos noticieros/informativos, hechos con calidad, profesionalismo, responsabilidad y con aquellos hechos que los medios nacionales no registran. Otros intentan copiar los espacios tradicionales, pero lo hacen de una manera artesanal, irresponsable y sin ningún tipo de formación ni investigación. Otros simplemente leen las notas de los periódicos y lo comunicados de prensa oficiales, sin ningún tipo de prelectura, análisis, manejo de lenguajes o conocimientos. Y otros, quizá pocos pero aún lo hay, se atreven al mediodía a sintonizar la emisora comercial y meterla en indirecto por su estación.

Más allá de conocer y manipular las extensas posibilidades en el manejo de la información en la radio, de saber que los formatos más usados son la entrevista, el noticiero, el informativo, la nota editorial o incluso considerar el magazín, y en menor escala el reportaje y la crónica, vale la pena aprovechar toda esa rica experiencia y propuesta contada por López Vigil con relación a este género hacer un recorrido por lo que viene pasando con esto de la información. Muchos suponen lo que piensa la gente, no entienden que el propósito principal es el de formar públicos, no el simple consumidor pasivo.

Ahora, hay un gran inconveniente con lo que llamamos lo público, que lo asociamos a lo publicable, como lo estatal, como lo físico, lo espacial, cuando deben ser esos escenarios para la interacción humana, donde los medios de comunicación deben ser vistos como espacio público. De otra parte debemos reconocer que la información está maniatada por presión del gobierno con asignación de espacios y frecuencias, presiones de los gremios con la pauta, presión de los dueños de los medios, presión de grupos armados, falta de garantías y hasta el hambre en la provincia, en el caso de quienes trabajan en estos lugares.

Salvadas o saltadas estas circunstancias, este género ocupa grandes espacios en las radios, por lo cual es importante enfatizar lo que mencione José Ignacio López en relación con tener presente que en últimas siempre debemos mantenernos fieles a los hechos, relatar lo que ocurre con el corazón caliente y la cabeza fría. Comprobar siempre los hechos, es decir darlo a conocer con veracidad, que no es otra cosa que la verdad probada. Separar hechos de comentarios, no arropar la noticia con comentarios o editoriales. Recurrir a la otra versión. El pluralismo es un apodo bastante seguro de la objetividad, no quedarse con una única fuente, poner a todas en el escenario y sobre todo tener información propia, pues muchas veces se informa sobre lo mismo, como si la vida en nuestras regiones no se moviera.



GÉNERO MUSICAL

La radio por esencia es musical, eso es elemental y quizá de ahí se pegaron muchos para hacer la “cajita musical”: música a toda hora, de cualquiera, todas las mezclas, todos los ritmos sin ninguna creatividad, ni propuesta ni mucho menos pensada como una puesta en escena que debe responder a los momentos, los públicos, las intenciones, las sensaciones, los gustos, los intereses y las maneras de provocar estados de ánimo o de acción. Lo simple es saber que la radio se hizo para poner música y a eso se dedican. Contratan entonces un par de muchachos sin mucha formación -se les pueda pagar cualquier cosa- se les dan tres indicaciones y listo a “moler música” con ciertos intervalos para leer anuncios o dar la hora exacta.

Las emisoras tenían sus franjas musicales, con lo cual por lo menos navegaban tanto en el día como en la noche por el diverso mundo musical. De alguna manera lo hacen las radio comunitarias, de interés público, ciudadanas o populares. La radio comercial, para saltar más alto -tienen el poder económico- lo que hicieron fue especializar sus emisoras: que a los jóvenes les gusta tal música, entonces una radio para jóvenes. A los adultos esta otra, pues otra radio para adultos. Así hasta lograr una emisora por cada ritmo musical. Unas y otras siguen haciendo lo mismo: poniendo música sin sentido, para que escuchen, se acompañen y disfruten su música preferida. Es decir, para ahorrarles el trabajo de tener que colocar los discos en el equipo.

La cosa aquí también se va por lo más económico, no hay recursos para pagarle a especialistas musicales o siquiera para auspiciarles una formación básica. Así que de las tantas y tantas maneras de condimentar la programación musical, nos dedicamos a las más comunes y de menores exigencias. Aparecen revistas musicales, franjas por géneros, complacencias, top 10, de un artista y últimamente la “fórmula cinco”, sin comerciales, que para algunos es una manera distinta o más sonora, más “creativa” -dirán- de anunciar que durante un determinado tiempo la emisora va a estar sola, o mejor que a partir de ese momento la computadora entra a turno.

En lo musical las emisoras con entran en conversación con sus audiencias, con sus públicos, sino que ellos deben consumir lo que les pongan a nombre de lo que está de moda, lo que más está sonando o las imposiciones de las casa disqueras, con la famosa “payola” -que no solo la hacen los grandes artistas, sino que ahora también los que quieren que su música se escuche de vez en cuando y pagan “algo” a cambio-, eso de un lado. De otro, a voluntad del locutor de turno, que cree sabérselas todas y se sienta frente al control a programar música a su antojo, a lo que a él, o unas minorías, les parece que debe sonar. Que decir de los espacios de complacencias o solicitudes musicales. Primero, son para unos pocos, que tienen la posibilidad de llamar por teléfono y la fortuna de que su petición sea atendida. Y segundo, es arbitraria, pues no se puede pedir la canción que uno quiera, sino que debe estar acorde con fonoteca de la emisora, con lo actual y en últimas con lo que esté sonando, porque “nuestra emisora solo coloca éxitos”.

Este aspecto es quizá el que requiere una urgente mirada y propuesta. La radio que por más alternativa o participativa que sea, es un 90% musical, no está reflejando nuestras músicas, nuestros sonidos y nuestras propuestas. La radio no cumple su función formativa en lo musical, quizá no le interesa que los públicos conozcan de música, no se interesan por las producciones locales o regionales y como se dice -ponen música sin ton ni son”-, pues no hay conocimiento previo, historias de vida, contextos, marcos referenciales o conceptualización en lo elemental de la programación musical, nos conformamos con machacar música y saber que el rating aumenta, que la audiencia está pegada, que somos muy escuchados.

 
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